Por Héctor Vladimir Jiménez
Cuando los noticieros nacionales no terminaban de exponer las crudas imágenes de los habitantes de puerto Príncipe en Haití desgarrándose las venas y riñendo salvajemente entre ellos por un puñado de alimento, y los comentaristas de prensa, radio y televisión, con aire doctoral disertaban y atribuían el alto grado de devastación y conflicto de dicho lugar a la falta de capacidad de su gobierno para enfrentar una tragedia de tal magnitud a raíz de su extrema pobreza, lo cual lo convertía en un estado fallido desde mucho antes del terremoto, la noticia de que en el estado de México y otros puntos de la nación había serios estragos a causa de una serie de inundaciones desvió la atención que todo el mundo había centrado en aquel país del Caribe y devolvió los ojos de los mexicanos hacia nuestro propio país, pues la tragedia ahora estaba en casa.
Hoy día parece que se ha subrayado aún más el hecho de que Haití es un estado colapsado con un gobierno rebasado por un desastre natural al comparar el grado de devastación relativamente menor que sufrió recientemente la república de Chile luego de haberse registrado en ese punto de Sudamérica un terremoto de mayor magnitud que el de Haití, en donde la afectación fue considerablemente mayor pues, según se dijo, Chile cuenta con una buena organización antisísmica.
Al observar este panorama no pude más que hacerme una pregunta, ¿acaso entonces México, nuestro país, no es ya a todas luces un estado fallido y propenso a sufrir un colapso que rebase la capacidad del gobierno ante una contingencia de gran magnitud tal como ocurrió en Haití?
Aún es fácil recordar esas imágenes de haitianos masacrándose entre ellos en una pelea campal por arrebatar las escasas provisiones que voluntarios y gente del ejército trataba de proveerles, ¿acaso había gran diferencia entre estas imágenes y las que a los pocos días nos mostraban las televisoras nacionales de las inundadas calles de las colonias del valle de México en donde sus habitantes de igual modo se arrebataban las raquíticas despensas que el gobierno de Peña Nieto les entregaba en medio de la mas pestilente miasma de aguas negras?, sin duda el gobierno en ambos puntos del mundo quedó rebasado para enfrentar con la debida organización las respectivas contingencias por las que atravesaron.
Por otra parte también se atribuyen las inundaciones en el valle de México, Chalco e Iztapalapa a negligencia por parte de las autoridades de desarrollo urbano, así pues el hecho es que una contingencia natural aunada a una mala organización urbana nos puede dar al traste peor que en Haití.
Mucho se alabaron las construcciones antisísmicas de Santiago de Chile y su cultura de previsión de desastres. Si acá en Mexicalpan de las tunas no hay la suficiente cultura, ni antisismos ni anti equis contingencia, pero sobre todo no hay infraestructura antisísmica ni capital para resarcir los estragos de un desastre natural y por el contrario las zonas de riesgo cada vez se habitan en mayor medida al amparo de autoridades que expiden permisos como quien hace tortillas o permiten los asentamientos irregulares vaya usted a saber porqué, pues bueno, talvez usted que vive en Teziutlán recuerda la tragedia de l999, no hace falta ir a Haití o a Chile para ver escenas de devastación, solo emplee su memoria o espere a que en breve, Dios no lo quiera, el destino nos alcance.
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